Los
que somos de la parroquia, primordialmente, y los de la ciudad también,
en Trujillo, por esta época de Semana Santa, sentimos identidad con las
imágenes de nuestras iglesias, esencialmente con el Santo Sepulcro, en la
Chiquinquirá y con la Dolorosa en la santa iglesia Catedral. Al rememorar
aparecen en la mente ambas imágenes sagradas, se hacen cuadros vivientes que
nos parecieran presenciar en su desplazamiento por las calles, el Viernes
Santo, en su recorrido de subida hasta los predios del colegio de las monjas,
al principio de Carmona, y de bajada, hasta la iglesia matriz. Pero
antes de llegar al templo principal se encontraba Jesús yacente con
la Madre, en la esquina de “Almacenes Maldonado”, recuerdo, en el límite de las
dos parroquias centrales de la ciudad. Y la muchedumbre de fieles
apesadumbrados, y las ruidosas “matracas”, que desde el día anterior, jueves,
sustituían las campanas, porque no se podía repicar, aunque las matracas eran
también un repique ruidoso hasta el estruendo, y producían temor en los niños
de lo cual fuimos testigos, pues fuimos niños temerosos en aquellos años ya
distantes, en los que nuestros padres sostenían con firmeza y fe un catolicismo
practicante y auténtico que nos sirvió de ejemplo moral, o más, de adquisición
en el afianzamiento de valores, a nuestra condición espiritual creyente.
La Semana Mayor, que no llegamos a
entender este sintagma tan conmemorado , sino mucho tiempo después, como
proceso fundamental en la instauración de las prácticas fundacionales de
la iglesia, renovación anual de antiguas tradiciones, de tanto sabor
histórico y litúrgico(…) de los santos días de cuaresma, “Los más grandes
misterios de nuestra redención, es decir, la pasión, la muerte y la
resurrección de nuestro Señor Jesucristo, fueron celebrados cada año por la
santa madre iglesia, desde la época apostólica, con una solemnidad muy
singular. Se conmemoraron ante todo los momentos más salientes en un especial
triduo, llamado de: Cristo Crucificado, Sepultado y Resucitado”.
Un sabor de reminiscencia aparece en
nosotros en cada Semana santa, de una época en que la ciudad se refugiaba
alrededor de la iglesia para dar cuenta de su vida cristiana, de una
especial dignidad salida de la familia entera, porque no eran solamente los
padres los que se dirigían al templo con singular recogimiento, sino los
más jóvenes también: escolares, por demás, que recibíamos una lección ritual en
la escuela, como ejercicios de devoción inculcados por sanas preceptoras, pues
tuvimos maestras en casi todos los grados de la primaria, que se interesaban en
darnos esa práctica cristiana, esa breve liturgia que la cumplíamos en la
pequeña dimensión de nuestra edad, sin llegar a entender ni un poco de su
inmenso significado.
La ciudad de Trujillo ha ahondado en el
tiempo su vocación religiosa. Esta conducta espiritual le señala una condición
de identidad. Le ha prodigado memoria histórica y biografía imperecedera. Lo
religioso entre nosotros se exhibe como un contenido fundacional, que el tiempo
ha mantenido para conocimiento y práctica de las generaciones. Es lógico pensar
que los tiempos cambian y se van actualizando por las contingencias que impone
la misma dinámica social. Pero, al nombrar lo pasado, desearíamos que
esos hechos propicios no sólo los viéramos referentes de
recuerdos, como cuadros inexpresivos, sino antes más bien, como ensayos
históricos que den pie para recobrar fuerzas morales vencidas
por el tiempo, pero rescatables y puestas de cimiento a otras
fuerzas nacientes, para un fortalecimiento de la conciencia social tan
decaída y vulnerada en este tiempo crítico que estamos viviendo los
venezolanos.
***Comenta sobre el escrito para que se posicione en los buscadores***
***Advertencia: ésta publicación puede reproducirse libremente a condición de respetar su integridad y mencionar la autoría, como fuente de la misma incluya la URL: https://memoria-trujillana.blogspot.com/ y el aviso de Derechos de Autor © ALÍ MEDINA MACHADO***
No hay comentarios:
Publicar un comentario