Página de Historia Regional

martes, 24 de junio de 2014

Glorias Patrias (I)

UNA VISIÓN DE LA BATALLA DE CARABOBO

Alí Medina Machado

(Es propiedad intelectual)

a Ramón Urdaneta B. y Tarcila Briceño de Bermúdez ductores de venezolanía  

EXORDIO

         El valor venezolano ha sido reiterativo a través de su historia. Nuestro país ha sido fuente de acciones permanentes para la consolidación americana, y este hecho, se ha dado en el pasado y se sigue dando en el presente, como decir ,que esta República ha  sido de nobleza, creada por el valor supremo del hombre, que en ella ha vivido para la acción y para la construcción; para la acción cuando el país estaba por hacerse, cuando hubo que enfrentar las  armas al invasor para decirle que este territorio había nacido predestinado para regirse por sí mismo; y después, una vez consolidada la jerarquía integral de su autonomía política y social, apareció el hombre forjador de mente y de ciencia, para labrar un destino nacional que ha venido en los siglos, conformando una nacionalidad plena, vigorosa y esperanzadora. La grandeza venezolana entonces, viene desde siempre. Este es un país de gracia y fuente de virtudes, en sus paisajes y en sus hombres, en sus batallas y en sus ejércitos, en el civilato y en su intelecto. “Fuente de huertos, Pozo de Aguas Vivas”… Como se asienta poéticamente en el cantar de los cantares.

NUESTRA HISTORIA EN LA ANTESALA DE CARABOBO: 

La memoria prospectiva del Libertador estaba cumplida su sueño de integración americana era una palpable realidad. Ya nada detendría la vigencia de la nacionalidad venezolana. Este país estaba sembrado con caracteres graníticos para el devenir de todos los tiempos. Y fue de tanta proporción el ideario de aquellos hombres predestinados que poco tiempo después, en Carabobo, las fuerzas mancomunadas de todos los ejércitos españoles no soportaron sino por una hora escasa la embestida gloriosa de los batallones venezolanos.

La premonición bolivariana estaba radicada en el hecho de que todo sucedía como Bolívar  lo disponía. Así vemos como la unión hace una gran nación que conjunta a tres departamentos: Venezuela, Cundinamarca y Quito. Y se incluyó a quito sin estar liberado aun del yugo español. Pero es que en el ánimo de aquellos guerreros, la victoria se daba por descontado como nos  indica Manuel Montaner: “La Ley se adelantó a los acontecimientos". Y nuevos hechos vinieron a aportar caudales de ayuda a la causa de la Independencia; no sólo hechos ocurridos en nuestros territorios, sino allende los mares, en la propia metrópoli española. Allí  las autoridades, ante el avance arrollador de las fuerzas americanas, hacían esfuerzos inauditos para reforzar aquellos ejércitos que sostenían el gobierno español en las colonias. Los triunfos reiterados del Libertador, tanto en Venezuela como en Nueva Granada, eran el preámbulo de la libertad absoluta, y España veía tambalear la posesión de sus colonias. A esto agreguemos que en el ánimo del pueblo español no estaba la disposición de continuar una guerra que a ellos nada les reportaba. Hubo, en consecuencia, una sublevación, que extendida por el territorio español obligó a las autoridades reales a buscar a toda costa negociaciones de paz, que se concretan más tarde, en la ciudad de Trujillo de Venezuela, cuando son firmados Los Tratados sobre el Armisticio y Regularización de la Guerra.

Morillo, célebre general cuyo nombre quedó lapidado en la historia de Trujillo y cuya vida se nombra con caracteres de eternidad en la geografía nativa, era señalado nuevamente por el destino para obrar en obsequio de la paz. Morillo como instrumento de una paz buscada por España cuando ya la liberación de los pueblos americanos era un hecho prácticamente cumplido. Morillo, El Pacificador, en el nombramiento español, recibía órdenes tajantes de su gobierno para negociar la paz por medio de una reconciliación. Y así tuvo que hacerlo con la firma del Armisticio el 25 de noviembre de 1820. “En este pacto, además de la suspensión de las hostilidades por seis meses prorrogables a criterio de las partes, se fijaron las posiciones de ambos ejércitos y se prometía firmar un tratado, en caso de no avenirse a la paz, para regularizar la guerra, lo cual se realizó al día siguiente. Ambos tratados fueron ratificados por los dos jefes superiores".

LOS DESIGNIOS DE DIOS: 

Los designios de Dios eran otros. La invocación de su nombre para sostener el colonialismo, que es la negación del hombre, por la negación de la libertad, no se ajustaba a la verdad de la moral, y Dios, ciertamente, estaba de lado de los justos, de los menores, de las largamente conquistas y sometidos al yugo español. Dios, era un miembro más del ejército patriota. Dios, entiende como ninguno el sentido de la paz, sabía que la existencia era una paz fingida, cortina de humo propuesta por España, y compás de espera acordada por los americanos, para reponerse, para congregar el ejército definitivo, para acrecer las fuerzas debilitadas por la larga lucha sostenida. Armisticio de Paz que fue harto fecundo para la causa de la libertad, y que con la sagrada voluntad fue quebrantado a los seis meses, para la continuación de las hostilidades, que ya en aquel histórico año de 1821, era la aprestación ultima de nuestros héroes libertadores, para llenarse de gloria como consecuencia de la libertad de Venezuela, en el día eterno del 24 de junio, en las cálidas y esmeraldinas sabanas de Carabobo donde se plantó para siempre, el árbol gigantesco en la Independencia nacional

En aquel año inmortal, que comenzó en paz acordada y finalizó en paz conquistada. Encontramos a Venezuela dueña de un cielo completamente azulado como consecuencia de la tranquilidad, de la tregua acordada. No obstante, el sentimiento de la guerra anima más a los dos bandos que el sentimiento de la paz. Ambos bandos conocen con propiedad que aquella calma es ficticia y momentánea, que en cualquier momento se prenderá nuevamente la mecha que anuncia el combate. El ejército español se prepara, cuenta con once mil hombres acantonados en las ciudades de calabozo, Barquisimeto, el Tocuyo, San Carlos, Caracas, y los puertos de Maracaibo, La Guaira, Cumaná y Puerto Cabello. Miremos el mapa de Venezuela extendido sobre nuestra memoria y nos daremos cuenta que la geografía anuda al ejercito español en el centro del país fundamentalmente. La geografía nacional entonces, también fue un elemento que se sumó a la gloria de Carabobo, y era como una visión premonitoria que las hostilidades postrimeras se rindieran en el corazón geográfico del país, que no era otro que el paisaje vital de Carabobo.

Y estamos ya en el inmortal solar para hacer la apología de la batalla trascendentemente definitiva, gloria  del Ejército de esta República por la que debemos sentir la mas honda devoción y el mas acendrado respeto.

EL IDEARIO DEL HÉROE: 

Los senderos de la gloria universal se abrieron en aquellomomentos para la figura preciara de nuestro padre libertador Simón Bolívar. Allí, en los mismos  promontorios del paisaje, aparecía su acción dirigente para conducir a sus ejércitos hasta la última consecuencia de la victoria. Bolívar el estratega consumado, llegaba al momento definitivo de su gloria como guerrero, a una batalla crucial que no tenía un ápice de improvisación, porque él y su estado mayor, habían preparado minuciosamente con mucha anticipación. su espíritu templado para lo grande, para lo hermoso, como lo testimonian las palabras del elogista; su confianza en la fuerza, la voluntad y la vocación de su ejército; su corazón que no conocía tregua para el arrojo, su voluntad que no desmayó en los días aciagos de la emigraci6n forzada, todo estaba allí palpitando en el clímax de su persona, para darle la libertad a su patria, para hacerla patria libre y soberana, como era el acatamiento que debía a su ideología templada en tantas circunstancias y en la doctrina que había venido escribiendo con el paso de los años.

Bolívar, que habla aprovechado las circunstancias providenciales del Armisticio según lo escrito a Santander, preparó con suficiencia su ejército para este momento. ¡Y que ejército mayúsculo para no retroceder un ápice en la búsqueda de la victoria! ¡Y que Arrojo el de aquellos hombres, confundidos generales y soldados, en la búsqueda común de la victoria! ¡Y el arrojo de aquellos comandantes, que arrodillados y heridos, conforman un bloque humano que detiene el avance de las huestes realistas.

Bolívar el estratega, había planificado fielmente la memorable acción, y había considerado los hechos precedentes ocurridos en España, sobretodo la revolución de Riego y Quiroga, del 12 de enero de 1820, en Cádiz, que había comprometido a los oficiales reclutados para reforzar los ejércitos que luchaban en América. Y si a esto sumamos el interés demostrado por las autoridades españolas para la firma del Armisticio, era claro suponer, como lo supuso Bolívar, que España no estaba en condiciones de exponer más contingentes de tropas en las colonias americanas.

Estos antecedentes, como vemos, fueron providenciales para la causa independentista.

EL ELOGIO A LOS JEFES PATRIOTAS: 

Y hagamos también el elogio a los Jefes patriotas que tan destacadamente actuaron en aquella memorable ocasión. La unidad entre ellos fue un factor determinante.

Y esa unidad era producto de la fe en la patria, del amor por el suelo del origen. La venezolanidad afloró en el corazón de todos aquellos comandantes para que cada uno de ellos cumpliera de la mejor manera el destino que se le  había acordado. Y bien que supieron cumplirlo, con la precisión y la oportunidad que les dictó el perfecto conocimiento que tenían del arte de la guerra. Aquellos comandantes fueron un empresionante despliegue de valor heroico. Multiplicaron las fuerzas activas de su mente y de sus músculos para hacer mas enardecedora la batalla, e hicieron aflorar todas sus reservas, físicas y espirituales para sembrar con su sangre y con su ejemplo la mejor definición de la libertad. De allí deviene entonces el significado moral que tiene la expresión "Padres de la Patria".

Tenemos entonces, que "la unidad entre los jefes patriotas fue uno de los baluartes de esta campaña maravillosa donde todos estuvieron atentos a la palabra de Bólívar: armas, municiones, uniformes y calzado fueron sus inmediatas preocupaciones, sin descuidar por un momento las maniobras y estrategias que debían desplegar en toda Venezuela. Desde San Carlos le imparte órdenes a Páez, Bermúdez, Ambrosio Plaza, Cruz Carrillo (...). El ejército del Norte, Oriente, Occidente, todos los ejércitos de la República, van a decidir de una vez por todas, la libertad del país. Sus operaciones han de ser simultáneas para que sea pronta y felizmente el resultado".

Aquel creciente fervor de lucha hizo que la batalla durará lo que un relámpago. Los soldados de la patria, incontenibles, dieron fácil cuenta de los agresores, que jugándose su última carta dieron fiero combate, para al final caer abatidos por las armas de aquellos fieles hombres de uniforme, hijos del pueblo, que mezclaron sus fuerzas hermanadas para plantar la "libertad donde existía antes la tiranía".

En las sabanas de Taguanes, el día previo, o el 23 de junio, prepara Bolívar a sus hombres. Allí alineó el ejército. Son 6500 soldados, por primera vez uniformados. Era la hora suprema, el minuto definitivo en la inmensidad del tiempo de la Patria. Allí estaba la realidad de su sueño de libertad, y por tal la sombra de la derrota no se asomó nunca en el cielo de Carabobo. Y por eso será, que en las pinturas que eternizan esa acción, el cielo de Carabobo aparece sumamente claro, en la claridad del blanco y el azul que conforman sus nubes. Allí estaban los distintos componentes de su ejército, con sus respectivos uniformes distintivos, desde el infante, pasando por el lancero, el artillero hasta llegar al imponente miembro de guardia de honor del Libertador. Allí están estos soldados de la patria próxima a nacer libre. Y Debemos decir que aquellos no fueron soldados improvisados, no era un ejército reclutado al azar, sino formado en el arte riguroso de la guerra, ya que desde 1818, venían recibiendo instrucción militar de jefes británicos y "ahora estaban allí listos a una batalla de “nación a nación”.

MAÑANA SERÉIS INVICTOS EN CARABOBO: 

Por esta consideración, acaso, bolívar poseído de una emoción indescriptible arenga a sus soldados. Y es cuando les dice: "Os considero dignos de pelear al lado de los hijos de Albión. Habéis comprobado vuestro valor en cien batallas. Habéis triunfado de la miseria y de la muerte. Mañana seréis invictos en Carabobo".

Sigamos en el accionar de la batalla con el lenguaje descriptivo de Carlos Soto Tamayo: "Las unidades realistas estaban entrenadas y tenían experiencias guerreras adquiridas en campos de batalla europeos; pero ahora iban a enfrentándose por primera en Venezuela, a un ejército regular, entrenado para la maniobra y conocedor de los procedimientos tácticos empleados por el enemigo". Dice luego el analista militar: "Los realistas ocupaban la parte más poblada y rica del país, tenían aseguradas las comunicaciones con el exterior y contaban con vías interiores favorables lo cual facilitaba la solución de los problemas de abastecimiento de su ejército. El estado de armamento y equipo podía considerarse satisfactorio".

Vistas estas consideraciones del general Soto Tamayo, pensemos entonces en lo ciclópea que fue la acción cumplida por nuestro ejército, al derrotar a un enemigo poderoso que gozaba de todos los privilegios del momento, tanto en lo territorial como en las dotaciones técnicas. Todas estas ventajas fueron superadas por los patriotas, y era porque cada paso había sido previamente estudiado hasta en el último detalle. Y así, los planes del Libertador fueron cumpliéndose con exactitud, y desconcertaba cada vez más al comando realista, que no sabia responder a las iniciativas y operaciones tomadas por el Libertador. Las decisiones de los realistas carecían de lógica; sus reacciones siempre fueron tardías. Había como una especie de desánimo moral entre aquellos hombres, que siendo miembros de comandos experimentados y de unidades bastante calificadas, no obstante, daban muestras de improvisación, se apresuraban por momentos, y vacilaban como si realmente carecieran de un plan de operaciones.

EL CAMPO DE CARABOBO: 

El día 24 de junio de aquel memorable año venezolano de 1821, el ambiente de Carabobo estaba soleado. Un fuerte sol, dicen los historiadores, alumbraba aquellos campos desde la mañana. La batalla de la libertad fue en pleno mediodía:

Tres unidades estaban bajo el mandato de Bolívar: Páez en la primera división, Cedeño en la segunda Ambrosio Plaza en la tercera. En vista a sus apreciaciones ordena a Páez ataque por la derecha, secundado por Cedeño, mientras Ambrosio Plaza resguarda el frente. No esperaba el enemigo esta maniobra. Su jefe, Miguel de la Torre, se encuentra de pronto encerrado en un triángulo. Ordena al segundo batallón, el Burgos, que marche a disputarles a los patriotas el acceso a la llanura, galopando hacia la colina del Chaparral. El Bravos de Apure se repliega por dos veces consecutivas, los lanceros heroicos se abren paso y saltan sobre el riachuelo Carabobo".

El combate se da en plena efervescencia. Está próximo a brillar el sol de la Libertad. El ejército venezolano libra su mejor combate. El Hostalrich y el Infante refuerzan al Burgos que ha caído como centella sobre los Bravos de Apure. Todo allí es un solo camino de lucha en la búsqueda de la victoria. La confusión enreda la trama de ambos bandos que estrechan sus posiciones "se parten las bayonetas. Se encienden los ánimos y realistas y patriotas resuelven combatir de hombre a hombre".

En este momento el valor del soldado venezolano queda fuera de toda duda. El arrojo de los hombres del ejército nacional es inaudito y uno a uno van cayendo a sus pies soldados españoles moribundos, que en el final de la inmortal jornada habrá que contarlos por miles, tal cual lo afirmaría el Parte del Libertador, dado al final de la batalla: "El ejército español pasaba de seis mil hombres, 400 habrán entrado a Puerto Cabello. El Ejército Libertador tenía igual fuerza que el enemigo, pero sólo una quinta parte de él ha decidido la batalla. Nuestra pérdida dolorosa: 200 muertos y heridos".

Tal es, en síntesis, la desproporción manifiesta en las pérdidas humanas  de ambos bandos. Y es que no podía ser menos  la gloria de nuestro Ejército, porque el mismo luchaba por la libertad de la patria. Y luchar por la libertad de la patria pareciera corno si convirtiera en impenetrables los cuerpos de los soldados nacionales.

Es conveniente también hacer una breve reseña del arrojo de los británicos que pelearon al lado de los venezolanos a lo largo de toda La Gesta Emancipadora. Y algunos historiadores han calificado a estos soldados como mercenarios. Sin embargo, pensamos que es como quitarles parte de la gloria que les corresponde al darles tal denominación, porque es que el mercenario combate más intereses bastardos que por conveniencia de conciencia. Aquella Legión Británica de Carabobo, sintió en su corazón la causa de la Independencia, y su arrojo y valentía los colocó en primera fila, como surgiendo de aquella inmensa nube de polvo para enseñar el camino final de la victoria. Allí se coló el Cazadores Británico al mando del Coronel Farriar, en el momento más dramático de la contienda. Allí "El abanderado ashdown clava con gesto altivo nuestra bandera tricolor en tierra. Farriar arroja al suelo los morrales y bajo una tormenta de balas le grita a los suyos la orden de ¡Firmes! ordenándoles hincar la rodilla en tierra para formar un bloque humano. ¡Viva la América libre!, es el grito de Farriar herido de muerte”. En su Parte de la batalla, Bolívar elogió la actitud valerosa del batallón británico, y subrayo que, "El batallón británico mandado por el noble Coronel Farriar se distingue especialmente, incluso entre tan valerosos asociados”.

Y llega el momento en la batalla de la histórica actuación de Páez, el valeroso General que derrochó coraje ante la muerte, para erguirse pleno de gloria en aquel campo de batalla. Páez fue el fundamento nuclear de la actuación de nuestro ejército, porque, habiendo sido rechazado su ejército por el Batallón "Burgos”, se reincorpora al combate luego de reorganizar sus efectivos y lo hace con tanta determinación que logra desordenar definitivamente las formaciones realistas. Este es el momento cuando la acción se decide a favor de las fuerzas republicanas: Los batallones "Hostalrich" y "Burgos", fueron puestos fuera de combate; el Batallón "Barbastro” fue rodeado y se rindió; la caballería realista huyó hacia El Pao; las rutas de escape de los Batallones "Valencey" e "Infante", se encontraban peligrosamente amenazados por las fuerzas patriotas (...) La disciplinada y rápida retirada del "Valencey", no solamente salvó de un desastre a sus efectivos orgánicos sino también al propio Comando Realista".

Muy poco duró el clímax del combate; una hora simplemente les costó a los patriotas obtener resultados tan importantes, al mismo tiempo que causar al enemigo cerca de 3.000 bajas. En nuestro ejército las bajas no llegaron a trescientos.

Terminadas las acciones, Bolívar se adelantó hasta Tocuyito, acompañado de su Estado Mayor. Pensaba allí planear las acciones para el finiquito de la presencia realista en nuestra Patria. Efectivamente, dictó disposiciones para obtener el rendimiento de las últimas plazas realistas, y continuó su camino hasta Caracas, cuya ocupación no tuvo resistencia alguna.

LA GRAN VICTORIA DE CARABOBO: 

Cedamos la palabra al notable historiador venezolano Rafael María Baralt, para que resuma con su galanura de estilo, la gran victoria de Carabobo. Esta victoria, dice, "obtenida con sólo una parte muy pequeña del ejército colombiano, fue completa y brillante: ella coronó al cabo de once años, la empresa que Caracas empezó el 19 de abril de 1810: fue gloriosa para las armas de la república y su jefe, de gran prez y honor para Páez y de inmortal renombre y fama para la legión británica que contribuyó poderosamente a ella, haciendo prodigios de valor. El congreso, reunido ya en el Rosario de Cúcuta, decretó a Bolívar y al Ejército los honores del triunfo y ordenó que el retrato del hijo ilustre de Caracas fuese colocado en los salones de la Cámara Legislativa con esta inscripción: Simón Bolívar, Libertador de Colombia. En todos los pueblos de la República y en las divisiones de sus ejércitos se dedicaría un día del año de regocijos públicos en honor de la victoria de Carabobo. A Páez se le concedía el empleo de General en Jefe que "por su extraordinario valor y sus virtudes militares, le había ofrecido el Libertador a nombre del Congreso, en el mismo campo de Batalla". Y finalmente, entre otras cosas, se ordenó levantar una columna ática en la llanura de Carabobo para recordar a la posteridad la gloria de aquel día y los nombres de Bolívar, de Cedeño y de  Plaza". Hasta aquí el asentamiento de Baralt.

UNA ACOTACIÓN FINAL: 

Carabobo, sigue siendo una lección de venezolanidad. Así como en sus campos se labró el destino inicial de nuestra Independencia absoluta, así mismo en los campos contemporáneos tiene que labrarse la victoria de nuestro desarrollo, de la cultura y de la paz. Carabobo para todos nosotros tiene que ser un lucero de historia que nos alumbre para laborar por nuestra patria, para amar a este gran país que con arrojo y valentía de sus soldados y de sus civiles, sigue empeñado en la gran victoria de la democracia y de la justicia social. 

Carabobo es una eterna clarinada de venezolanidad, es el orgullo de una república grande. Es el grito incontenible de un país que tiene el compromiso moral de sostener muy alta la herencia de la libertad, la soberanía y la democracia.

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